François Maunoir pertenecía a la generación de jóvenes suizos de la época que, fascinados ya en 1946 por la aventura espiritual de Caux, sintieron la llamada de Dios a servirle y a entregarse de todo corazón para poner los cimientos de un mundo nuevo.
Fue en 1953 cuando fue invitado a Brasil. Desde entonces, América Latina estuvo en su corazón para siempre. Entretanto, se había casado en París, en 1958, con Nicole Koechlin, que no se dio cuenta de que se casaba no sólo con un hombre, sino con un continente. Además de Brasil, pasaron tres décadas en Argentina y Uruguay, y más tarde en Chile y Centroamérica. No fue fácil sembrar la semilla del rearme moral en una época marcada por las dictaduras militares y las guerras civiles. Afortunadamente, Dios sabe jugar con los poderosos del momento, bajo todos los cielos. Francisco tiene un recuerdo vibrante de las semanas que pasó en Bolivia con la compañía de estudiantes japoneses y su espectáculo "El Tigre": fueron tomados como rehenes por los mineros que ya protestaban contra los efectos de la globalización.
En 1980, François y Nicole volvieron a Ginebra, donde, por motivos de salud, se instalaron desde entonces. Pero el compromiso de François con América Latina no decayó. Desde allí editó, año tras año, una versión en español del número de octubre de "Changer" que informaba de lo que ocurría durante el verano en Caux, añadiendo una o dos páginas especiales sobre América Latina. Esta publicación hizo maravillas en las cerca de 2000 personas que la recibieron. François también fue uno de los que trabajó con Bill Jaeger y su "equipo de la OIT" en el intenso trabajo en red que hizo posible la conferencia anual de junio. Había establecido sólidas amistades entre los diplomáticos latinoamericanos en Ginebra.