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Siempre me han gustado los libros y la lectura, desde que tengo uso de razón. Si nuestros padres querían unas horas de paz, nos dejaban a mi hermano y a mí en la biblioteca local durante unas horas. Está claro que otros animales tienen elementos de lenguaje, organización social y quizá incluso lo que podríamos llamar cultura. Pero, por lo que sabemos, somos el único animal que escribe y que, por tanto, ha encontrado una forma de transmitir el aprendizaje y la experiencia acumulados a través del tiempo y el espacio en forma de libros.
La Fundación Martin Bodmer de Ginebra, donde viví muchos años, es un santuario del libro. Una visita obligada para los amantes de los libros, si alguna vez se está cerca de Ginebra. Allí se pueden ver algunos de los escritos más antiguos, en tablillas de arcilla, procedentes de Mesopotamia; ¡se necesitaría un camión para trasladar un solo ejemplar de Guerra y Paz de Tolstoi! Después de la escritura, el siguiente gran avance fue la invención del papel como soporte. El papel bien hecho puede durar mil años. Sabemos que puede, porque lo ha hecho. Y después, la invención de la imprenta, esa forma sencilla pero asombrosa de producir y multiplicar en masa, mucho más allá del trabajo de los monjes copistas medievales.
Durante muchos años trabajé como editora de libros, como comadrona de libros. Ahora, jubilado, como amante de los libros, los troceo (¡con una pequeña disculpa!) para darles una nueva vida digital en la Red, en Por un mundo nuevo. Los corto en páginas sueltas y los paso por mi sencillo escáner, compruebo que todas las páginas estén bien escaneadas, en el orden correcto, con una calidad aceptable, y los subo en archivos .pdf que luego se pueden buscar por palabras.
Acabo de publicar un librito de Michael Henderson, que fue mi mentor y amigo: El poder de la palabra impresa. Escribe sobre sus motivaciones para escribir: "Me gustaría reducir la polarización en casa. Me gustaría trabajar por una mayor tolerancia y comprensión de quienes difieren de nosotros. Me gustaría reducir en mis escritos el síndrome de nosotros y ellos y el elemento de culpabilidad. Árabes y judíos, católicos y protestantes, blancos y negros, ricos y pobres, hay tantas divisiones que salvar, tantos errores que corregir. Y no hay suficientes que reconozcan que cuando señalo con el dedo a mi vecino hay otros tres que me señalan a mí". Un credo más necesario hoy que cuando se escribió.
Fue otro viejo amigo, John Munro, quien publicó ese folleto. Acabo de publicar su conmovedor relato autobiográfico Calma antes del café: el viaje de un niño del rechazo a la resolución. Pero en este caso el autor tuvo la amabilidad de indicarme su sitio web, donde pude descargar una copia digital y evitarme cualquier trauma con un volumen encuadernado.